¿Bienvenides o bienvenidos? con la vuelta a clases regresa el debate por el lenguaje inclusivo en las aulas

Por: María Alicia Alvado

Con el reinicio del ciclo lectivo, se reeditan por estas horas en los colegios las discusiones por el uso del lenguaje inclusivo tanto hacia adentro como hacia afuera de la comunidad educativa: ¿el cartel debe decir «bienvenides» o «bienvenidos»? ¿Los estudiantes de último año pueden tener escrito «egresades» o solamente «egresados» en las espaldas de sus camperas de friza?

Dado que las mayores tensiones se producen con los docentes y estudiantes que se animan a usar el lenguaje inclusivo de género a riesgo de ser cuestionados y acusados tanto por padres como por autoridades educativas, una diputada nacional presentó un proyecto para que se garantice el derecho a la utilización de esta forma de expresarse en todos los ámbitos pero sobre todo en las escuelas. La editorial Chirimbote acaba de iniciar una campaña en redes con ese mismo objetivo.

Según la Unesco, el lenguaje inclusivo de género es aquel que «no discrimina a un sexo, género social o identidad de género en particular». Una de las formas en que esto se consigue es duplicar las formas lexicales para referirse a personas humanas en masculino y femenino –»chicas y chicos», por ejemplo- o a través de formas nominales no binarias –niñes, niñxs o niñ@s», por ejemplo-.

Los cuestionamientos desde la escuela

«En 2019 concluí una clase diciendo que el cuidado del medioambiente es algo que nos tiene que involucrar a todas, todos y todes. Mi jefa no quiso escuchar mis razones y me dijo que mientras no esté en la RAE no se puede usar. Le respondí que no todas las palabras que usamos están en ahí, a lo que contestó que de todos modos no se puede porque el lenguaje inclusivo es ‘ideológico'», contó a Télam V.G., una docente tucumana de nivel secundario.

En el caso de L.G., una docente de una escuela secundaria pública del barrio porteño de Belgrano, le observaron un acta de exámenes por sobreescribir el formulario para que diga «alumnes» donde venía impreso «alumnos».

«La vice me mandó llamar para decirme que había pasado algo grave con las actas, que alguien las había intervenido, a lo que respondí que había sido yo, que usé lenguaje inclusivo, lo que estoy habituada a hacer en el nivel de adultos sin ningún problema», agregó.

«Hace unos años que empecé a usar lenguaje inclusivo, como me sale, porque estamos aprendiendo: puedo decir ‘chicas y chicos’ o ‘chiques’ o ‘chiquis’. Lo que sí trato es no usar un lenguaje que no incluya a todos»

Diego, docente de primaria

Además, L.G. se defendió diciendo que el acta no había sido alterada sino el formulario, que no había una normativa que prohibiera el uso del lenguaje inclusivo y que justo esa semana el presidente Alberto Fernández había entregado los primeros DNI no binarios. «La escuela debe acompañar a una sociedad que trabaja para incluir», completó.

No la sancionaron ni la volvieron a convocar por el tema, pero a L.G. le quedó la duda si el acta no fue rehecha sin su conocimiento y, ahí sí, de manera irregular.

«Hace unos años que empecé a usar lenguaje inclusivo, como me sale, porque estamos aprendiendo: puedo decir ‘chicas y chicos’ o ‘chiques’ o ‘chiquis’. Lo que sí trato es no usar un lenguaje que no incluya a todos», contó a Télam Diego, un docente primaria.

En general, los docentes consultados por Télam han recibido mucho menos cuestionamientos de los propios estudiantes y casi nada de las familias.

«Pero cuando me tocó hacer una suplencia en un colegio de Palermo, la directora en una reunión nos dijo que no quería que usáramos el lenguaje inclusivo porque ‘acá hablamos con la Real Academia'», agregó.

Como luego vino la pandemia y las clases se transformaron en virtuales, Diego pudo incumplir esa orden sin mayores consecuencias. «Pero no sé cómo hubiera seguido la cosa» de haberse mantenido la presencialidad, añadió.

En general, los docentes consultados por Télam han recibido mucho menos cuestionamientos de los propios estudiantes y casi nada de las familias.

Una campaña en las redes

En atención a toda esta situación, la editorial infantil «Chirimbote» acaba de lanzar la campaña «Lenguaje inclusivo en el aula: una cuestión de derechos» con una serie de flyers y un texto alusivo. Plantea que, si bien «su uso NO es una obligación», la posibilidad de optar voluntariamente por esta forma de expresarse «es un derecho que protege a las infancias y adolescencias», porque es una garantía de «respeto y libre expresión»

«Ya no podemos decirles «bienvenidOs», como hacíamos antes, en primer lugar porque el masculino genérico excluye a las niñas, que muchas veces se lo hacen saber a sus docentes. Y hay quienes se animaron a desdoblar el género en «bienvenidas y bienvenidos». Es un primer gran paso, fundamental, para cuestionar el machismo en el habla», dijeron.

«Pero no todes les estudiantes se sienten parte: incluso hay un DNI «no binario» que ya es un derecho. Por eso es muy importante tomar en cuenta el sentir de las infancias y adolescencias. Preguntar «¿cómo te gustaría que te nombren?» Es simple, cálido y pone el protagonismo en les estudiantes», continuaron.

Y si bien leyes nacionales como las de Identidad de Género y ESI sirven de sustento para el uso del lenguaje inclusivo, «hay diferentes grados de tolerancia según la zona y cada provincia» y las resistencias son particularmente fuertes en las escuelas privadas.

«Si sos docente y usás el lenguaje inclusivo, nadie te puede impedir usarlo porque te amparan las leyes mencionadas. Si igual hay problemas en tu escuela… ¡tejamos redes para sostener derechos!¡Que el aula sea siempre, pero siempre, un lugar en el que quepan todes!», concluyeron.

Proyecto de ley

Por su parte, la diputada Mónica Macha presentó el año pasado un proyecto de ley cuyo objetivo es «garantizar el ejercicio del derecho a la libertad de expresión en el empleo de la pluralidad de usos lingüísticos que abarca el lenguaje inclusivo de género en todos los ámbitos», pero particularmente en los «documentos oficiales» y en «los establecimientos educativos en todos sus niveles y modalidades, sean de gestión pública o privada».

«Como la agenda nuestra mucho tiene que ver con el feminismo y el transfeminismo, y el lenguaje inclusivo es parte de esas transformaciones, nos empezó a llegar información sobre estudiantes que presentaban trabajos en lenguaje inclusivo y les decían directamente que tenían que rehacerlo. Otros recibían pautas de elaboración que aclaraban que no estaba permitido el uso del lenguaje inclusivo», contó a Télam Macha.

A partir de tomar conocimiento de estas situaciones empezó el camino de «pensar cómo podíamos acompañar a quienes tomen la decisión de usar el lenguaje inclusivo».

«El proyecto ni prohíbe el masculino genérico ni obliga a usar el lenguaje inclusivo, sino que simplemente busca garantizar que las personas que quieran usarlo lo puedan hacer, que nadie lo pueda prohibir», dijo.

En la actualidad una veintena de instituciones académicas han aprobado el uso del lenguaje inclusivo, entre ellas las Facultades de Sociales, Filosofía y Exactas, de la UBA; la Unsam; la UNR; la UNGS; la UNC; la UNA; el Instituto Joaquín V. González y el Colegio Mariano Acosta.

«Al proyecto todavía no lo pudimos tratar, pero tiene que pasar por una única comisión, que es la de Legislación General y la perspectiva es que este año lo podamos debatir», dijo.

¿Será éste el año lectivo del desembarco definitivo del lenguaje inclusivo en las escuelas?

«ES FALSO DECIR QUE SON INOCENTES DE LOS SESGOS DE GÉNERO»

El lingüista y lexicógrafo Santiago Kalinowski aseguró que «es falso decir que la lengua es inocente de los sesgos de género» y que prohibir una «intervención» como el lenguaje inclusivo, que busca visibilizar esos desequilibrios, «es discriminatorio y afecta el derecho a la libertad de expresión».

En diálogo con Télam, el coautor del libro «La lengua en disputa: un debate sobre el lenguaje inclusivo» ratificó que el rol de la lingüística, los lingüistas y sus instituciones es «describir» las lenguas, estudiar su evolución e identificar el estándar culto de cada momento establecido por los hablantes, más «no regular su uso».

«Pero en muchos lugares se usa la autoridad cultural para tratar de intervenir el uso de los hablantes con fines políticos. Cuando la RAE condenaba nuestro voseo, la intención detrás de eso era establecer una suerte de orden jerárquico donde un grupo era dueño un estado de lengua considerado superior y designaba a los que tenían un estado inferior degradado y degradante; cuando desde el punto de vista lingüístico no hay nada más para hacer que decir en Argentina se vosea», dijo.

En ese sentido, recordó cómo durante toda la década de los ’80 y por influencia de la RAE, en las escuelas argentinas se prohibió el voseo y «desde un montón de lugares se intentó que los niños dejaran de decir ‘vos tenés’ para decir ‘tú tienes’, pero la lengua no se puede gobernar» y no consiguieron dar marcha atrás con este cambio lingüístico, «porque además los alumnos y alumnas son seres críticos, que después vuelven a sus casas y los contenidos de la escuela tienen que competir con los que se producen allí».



«En todo ese panorama, aparece una intervención del discurso público (el lenguaje inclusivo) que elige ciertas palabras y les produce un cambio que no codificado, que no forma parte del sistema lingüístico como lo conocemos -aunque provenga de allí- que tiene como objetivo crear conciencia sobre la persistencia de la desigualdad de género, y por eso expresa un posicionamiento político», puntualizó el también director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, aunque no expresa la postura institucional.

No obstante, «no se trata de un cambio lingüístico como el que hizo que nosotros usemos el vos, sino de una intervención del discurso» como lo fue el intentar eliminar el uso del vos, «pero no por ser (el lenguaje inclusivo) una intervención está mal», dijo.

«Muchos hablantes tomaron la decisión de intervenir palabras referidas a seres humanes con el objetivo específico de crear conciencia sobre la desigualdad de género y tratar de inducir a que cambien los consensos, la cultura para terminar impactando en el modo en que se ordena la sociedad en general. Es una intervención discursiva, es un recurso retórico», agregó.

A diferencia de las intervenciones en la lengua, «el cambio lingüístico tradicional es inconsciente, nadie lo decide, va sucediendo, lo hacemos todos y nadie al mismo tiempo» y «la dimensión del cambio que implicaría el inclusivo es enorme» porque tendría impacto gramatical y morfológico.

«Es probable que no sea gramática, pero el lenguaje inclusivo no busca ser gramática, su objetivo es otro, es impactar socialmente», agregó.

Por otro lado, Kalinowski aseguró que la lengua tiene un sesgo ideológico de género «como también racistas y antisemitas».

«A la lengua no se la encuentra hecha, la hacemos los hablantes, y es bastante esperable que esté atravesada por los sesgos y dinámicas de poder de las sociedades que las hablan. Acá hubo un monopolio ancestral del varón que tuvo una especie de correlato en el modo en que se codificó el género en la lengua; porque no se puede disociar el hecho que se tome el masculino como genérico, del hecho que los lugares de visibilidad era masculinos, que el paisaje humano era masculino. Eso no se puede disociar de la historia social ancestral de la especie que es androcéntrica», dijo.

Y así como el sesgo ideológico de género aparece en lo lexicológico (y perra no es solo el contrario de perro como zorra no lo es de zorro, por ejemplo) «también es esperable que haya sesgo ideológico en las reglas gramaticales» y más bien «lo no esperable es que una lengua no se tiña de los sesgos vigentes en la sociedad que hable esa lengua.




«Las lenguas son ideológicas, es falso decir que la lengua es inocente de los sesgos de género. Sostener lo contrario es un absurdo», dijo.

En este contexto, «dado que la intervención del lenguaje inclusivo está muy marcada políticamente con el objeto de modificar el entorno político y cultural en el sentido del rechazo de la predominancia del varón», es una forma de pronunciamiento político y como tal «no lo podemos prohibir porque estaría afectando su libertad de pronunciarse políticamente ante un tema

«Si le prohibís a alguien su derecho a hablar con ese lenguaje inclusivo, no le prohibís solo esas palabras, sino las ideas que hay atrás, y esto es un rasgo discriminatorio que afecta el derecho a la libertad de expresión», concluyó.

No obstante y por las mismas razones aseguró que «estigmatizar a alguien porque usa la ‘o’, es problemático», porque además ese uso responde a «la lengua tal como está codificada» y el genérico masculino se utiliza hasta «de manera inconsciente».