Video: Un informe reveló que el coronavirus se originó en un laboratorio chino

Un reporte presentado por el legislador republicano de Estados Unidos Marco Rubio afirma que el virus surgió a raíz de un accidente ocurrido en un laboratorio del Instituto de Virología de Wuhan.

Este miércoles el senador republicano de Estados Unidos, Marco Rubio, presentó un extenso informe de 328 páginas, acompañado de un corto documental, que explica en detalle cómo se originó el COVID-19 y revela cómo fue el accionar de las autoridades chinas ante una emergencia sanitaria que tuvo un enorme impacto mundial.

La conclusión a la que llegaron los expertos es contundente: el coronavirus se originó a raíz de un accidente ocurrido en un laboratorio estatal en Wuhan. El informe, titulado “Una situación compleja y grave”, también revela que, consciente de lo que se estaba gestando en la capital de la provincia de Hubei, el régimen de Xi Jinping decidió “ocultar la verdad”.

“Las implicaciones son imposibles de ignorar: Beijing ocultó la verdad. Este informe refuerza la necesidad de responsabilizar al Partido Comunista Chino (PCCH)”, advirtió el senador Rubio, quien al mismo tiempo destacó que “después de años de censura, hay una creciente evidencia de que algún tipo de accidente de laboratorio es responsable de la pandemia”.

El informe está basado en numerosas fuentes publicadas en inglés y chino “para examinar la postura adoptada por las autoridades de la República Popular China (RPC) en materia de bioseguridad, bioprotección y salud pública desde 2018 hasta 2021″. Es decir, también hace un seguimiento de las circunstancias previas al surgimiento del virus.

“Muchas de las cuestiones descritas ya han aparecido en otros informes, pero su importancia se vuelve a poner de manifiesto cuando se analizan cronológica y colectivamente. Es la primera vez que se recoge información considerable procedente de fuentes chinas, lo que arroja una luz muy necesaria sobre cuestiones clave y proporciona un nuevo contexto al conjunto de la información existente”, subraya el reporte.

Los autores del informe afirmaron que los esfuerzos del régimen chino por evitar que se conozca el momento exacto y la causa original del coronavirus “son los que hicieron necesaria” la elaboración de este complejo trabajo de investigación.

En ese sentido, explicaron: “Como ha demostrado su negativa a cooperar plenamente con la Organización Mundial de la Salud, los esfuerzos de Beijing por mantener estos hechos fuera del alcance del mundo no cesan. Los científicos aún no han logrado rastrear el origen porque se les ha negado el acceso a los datos que facilitarían un estudio retrospectivo de su epidemiología genómica. Los datos epidemiológicos divulgados por el Partido Comunista Chino parecen haber sido curados para crear un laberinto informativo que conduce a la perplejidad perpetua”.

El estudio identificó una gran variedad de pruebas significativas que evidencian que las autoridades chinas y las altas figuras de la comunidad científica del país tenían “cierto nivel de conocimiento” de un brote de enfermedad infecciosa “mucho antes de la primera divulgación de esta información al público el 31 de diciembre de 2019″.

Asimismo, la información recopilada por los expertos, incluida la proveniente de fuentes oficiales chinas, revela que en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV, por sus siglas en inglés) de la Academia China de Ciencias (CAS, por sus siglas en inglés) -gestionado por el Estado-, se produjo “un grave fallo o accidente de biocontención, probablemente relacionado con un patógeno viral”. De acuerdo con lo concluido por los especialistas que participaron del informe, este accidente tuvo lugar en el segundo semestre de 2019.

“Las pruebas indirectas sugieren que los más altos dirigentes del Partido Comunista probablemente tenían al menos un conocimiento limitado de este incidente de laboratorio a más tardar a mediados de noviembre de 2019″, sostiene el reporte.

Según lo expuesto en el estudio, este hecho se produjo en medio de un clima de creciente presión política sobre la Academia China de Ciencias para poner en marcha el nuevo complejo de laboratorios BSL-4, insignia del Instituto de Virología de Wuhan, y el primero de su tipo en China. Los expertos indican que las autoridades del régimen también venían presionando a la comunidad científica “para producir avances tecnológicos en poco tiempo que liberarían al país de su llamado problema de ‘estrangulamiento’”.

Con pocas excepciones, las empresas chinas siguen dependiendo de fuentes extranjeras de tecnologías básicas. Los dirigentes del Partido Comunista se refieren a esta dependencia del exterior como el “problema del estrangulamiento”, que es un tema recurrente de preocupación en la Academia China de Ciencias, así como en otras instituciones estatales de investigación encargadas de cumplir los objetivos científicos y tecnológicos establecidos por el régimen.

Los autores destacan que la metodología de investigación de los científicos chinos refleja que comenzaron a trabajar a más tardar en noviembre de 2019, es decir casi dos meses antes de que el Gobierno chino revelara la existencia del SARS-CoV-2. Según el informe, los científicos venían estudiando los coronavirus desde 2004 y el centro de esta investigación es el WIV, donde se abrió el primer laboratorio de nivel 4 de bioseguridad de China en 2017 o principios de 2018.

Una empresa china construyó el laboratorio utilizando un diseño francés modificado y en 2018 se aprobó financiación estatal para al menos dos proyectos de investigación sobre coronavirus.

Al conocer estos primeros reportes desde Wuhan, el gobierno de Xi Jinping, en lugar de adoptar medidas para contener la propagación del incipiente virus y de impulsar una campaña de concientización e información, optó por hacer todo lo contrario. Los dirigentes del Partido Comunista respondieron con “un estricto control de la información, ofuscación, desorientación” y una cruda represión y persecución contra los denunciantes. Además, “destruyeron” pruebas clínicas clave, que hoy en día podrían ser vitales para conocer de primera manera el origen de la pandemia.

El informe divulgado por el senador Rubio sostiene que el régimen chino compartió la información a la comunidad internacional con claros retrasos. En una primera instancia reportó un brote de neumonía; luego admitió que el nuevo coronavirus era el agente causal; y por último publicó la secuencia genómica. “En los tres casos, Beijing poseyó la información relevante durante algún tiempo antes de compartirla, y sólo la reveló cuando se vio obligada a hacerlo por circunstancias ajenas a su voluntad”.

Otro hecho que llamó la atención en esos primeros meses de alerta mundial es que el régimen de China presentó una patente para una vacuna contra el covid-19 recién el 24 de febrero de 2020.

Desde el inicio de la pandemia a la fecha, la OMS estima que se registraron más de 650 millones de contagios y más de 6,6 millones de muertes fueron reportadas al organismo. No obstante, la agencia de Naciones Unidas aclara que ambas cifras son altamente superiores.

Los meses previos al primer reporte oficial

El informe también comparte en detalle cómo fueron los primeros hechos que tuvieron lugar tras el accidente en Wuhan, y que el régimen decidió esconder.

El 12 de septiembre de 2019, el Instituto de Virología cerró inesperadamente su base de datos de virus online. Una semana después, informó al aeropuerto de Wuhan sobre un presunto “simulacro” de un brote de un “nuevo coronavirus”.

El 21 de ese mes, apenas nueve días después, un residente de esa ciudad -que fue identificado como Su-, murió a causa de lo que se cree que pudo haber sido covid-19. La paciente de 61 años había sido ingresada al Hospital Provincial Rongjun de Hubei, en el distrito de Hongshan. Algunos de sus datos personales fueron revelados en ese entonces a una revista médica china. Al parecer, quien brindó la información, identificado como profesor Yu, llamó al reportero dos días después de la entrevista para retractarse de sus declaraciones. Esto fue tomado como una clara presión de las autoridades contra Yu.

En octubre, el Congreso chino, controlado por el Partido Comunista, revisó un proyecto de ley de bioseguridad en el que se califica de “sombría” la situación e identifica como una amenaza los “laboratorios que filtran agentes biológicos”.

En este contexto el régimen decidió seguir adelante con los Juegos Mundiales Militares, que se desarrollaron entre el 18 y el 27 de octubre. Para participar de esos Juegos más de 9.000 atletas internacionales en representación de más de 109 países viajaron a Wuhan. Entre ellos había atletas de Francia, Italia, Alemania, Luxemburgo y Canadá. Tras su estadía en esa ciudad china, muchos informaron que se enfermaron mientras estaban en Wuhan, con síntomas similares al del covid-19. Según los informes, de hecho, once atletas iraníes murieron. “Existe una correlación entre el número de individuos que viajaron al evento y el número de casos de COVID-19 en el país al que regresaron”, concluyó un estudio elaborado para analizar la correlación entre ese viaje y las personas que posteriormente se enfermaron.

Ya en noviembre, las autoridades comenzaron a reportar varios casos de coronavirus. Sin embargo, no los hizo públicos.

Un funcionario viajó desde Beijing hacia a Wuhan para entregar “importantes instrucciones orales y escritas” en respuesta a “la compleja y grave situación que enfrenta actualmente el trabajo de seguridad”. Se trataba de Ji Changzheng, director de la Oficina de Seguridad Tecnológica de la Oficina General de la CAS.

El 1 de enero de 2020, las autoridades del distrito de Hanjiang, en Wuhan, desalojaron a los vendedores del mercado de marisco de Huanan e informaron al público de que el funcionamiento del mercado quedaría suspendido hasta nuevo aviso. El día anterior, las autoridades habían enviado equipos sanitarios para empezar a desinfectar el lugar. La mayoría de los mercados de Wuhan reabrieron cuando se levantó el bloqueo impuesto en la ciudad el 8 de abril, no así el Mercado de Huanan. Los especialistas interpretaron el cierre y los esfuerzos de limpieza como intentos de las autoridades de destruir las pruebas de un brote zoonótico en el mercado, especialmente tras la historia del SARS-CoV-1 que se propagó a la población humana a través de la zoonosis en un mercado en el sur de China en 2003.

También a partir del 1 de enero, las autoridades locales de Wuhan y las autoridades centrales de Beijing tomaron represalias contra los médicos que denunciaban la existencia del virus. Ese día por la tarde, la Oficina Municipal de Seguridad Pública de Wuhan anunció en su cuenta oficial de la red social Weibo que “ya había investigado y tratado con arreglo a la ley a ocho propagadores de rumores”, que habían “difundido y vuelto a publicar información falsa en Internet que causó un efecto perjudicial en la sociedad”. El Diario del Pueblo, portavoz oficial del PCCh, publicó un artículo en la mañana del 2 de enero en el que destacaba la noticia de que esas personas habían sido castigadas. Más tarde, ese mismo día, la cadena estatal CCTV también emitió la noticia

Con esta información recopilada por el equipo de investigación reunido por Marco Rubio, la evidencia demuestra que el régimen chino negó desde el principio la posibilidad de que el coronavirus tuviera como origen un laboratorio de Wuhan. Pero al mismo tiempo, el Partido Comunista advertía a sus funcionarios de dichos riesgos y desplegaba nuevas medidas para prevenir accidentes de laboratorio.

El informe revela que desde diciembre de 2019 y hasta octubre de 2021, los investigadores del Instituto de Virología de Wuhan presentaron patentes para invenciones destinadas a resolver problemas con el sistema de presión de aire diferencial del laboratorio, equipo de “biocontención” y manejo de residuos. “Cualquiera de estos problemas podría haber dado lugar a que un patógeno escapara del complejo del laboratorio. Los investigadores confirmaron este punto al explicar que sus inventos estaban pensados para prevenir precisamente ese escenario”.

Problemas y preocupaciones que no se remontan únicamente al momento del accidente ocurrido en 2019. El estudio recuerda ya en 2015, algunos científicos habían puesto en duda si los beneficios potenciales que se obtendrían de la investigación impulsada por el laboratorio de Wuhan, que implicaba la manipulación artificial y la creación de coronavirus quiméricos, merecían los considerables riesgos para la salud pública. Dos años después, otros científicos expresaron su preocupación por la “fuga de patógenos”, a raíz del historial de fugas de laboratorios de China.

Los expertos recuerdan que el SARS-CoV-1 se escapó del Instituto Nacional Chino de Virología de Beijing en cuatro oportunidades durante 2004, infectando al menos a dos investigadores y causando algunos casos de propagación limitada en la comunidad que provocaron una muerte. Ese virus también infectó a investigadores de Singapur y Taiwán en 2003.

Los primeros informes en el propio WIV también revelaron posibles infracciones en las normas de seguridad de los laboratorios. En enero de 2011, una inspección de los laboratorios del Instituto de Wuhan, que trabajaban con patógenos, “descubrió que algunos grupos de investigación y departamentos de apoyo no cumplían las normas en determinadas áreas y habían ocultado peligros para la seguridad con el almacenamiento de muestras bacterianas y víricas y aspectos de sus actividades experimentales”.

A más de tres años del inicio de la pandemia, y con millones de vidas pérdidas en el camino, el saldo de la gestión del régimen chino y el Partido Comunista contra el coronavirus habla por sí solo. Por este motivo, y también por las catastróficas consecuencias que tuvo el covid-19 sobre la economía y la seguridad global, el senador Rubio y los investigadores que formaron parte del informe aseguran que el Partido Comunista “debe rendir cuentas por sus mentiras”.